Allá por el siglo XVI, cuando la Monarquía Hispánica dominaba el mundo, el Mediterráneo lo dominaban los piratas turcos y berberiscos. Sus feroces incursiones tenían atemorizadas las desprotegidas villas, tras el saqueo engrosaban el botín capturando a cuantos habitantes podían para en adelante pedir un rescate o sacar partido vendiéndolos como esclavos.
Felipe II, dada la dificultad del acoso en alta mar del pirata berberisco, mando construir una red de atalayas para poder así vigilar toda la costa mediterránea y evitar el incesante saqueo de sus dominios.